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Obed Zamora Sánchez
Cronista vitalicio de la ciudad de Tuxpan
Subían o bajaban hacia la "paneta" de la lancha por una rampa de tablones, las cargas más insólitas: tractores, becerros, puercos, gallinas, guajolotes, vacas paridas, fanegas de maíz y sacos de frijol, y sobre todo las frutas, pero que frutas! Recuerda Pilar que las guayas de aquel tiempo si eran guayas, jugosas carnosas muy dulces exquisitas, y los caimitos! Que deliciosos los morados, los verdes, todo eso era muy hermoso, las tierras ribereñas eran pródigas y la gente muy noble y muy agradecida, siempre le obsequiaba a Pánfilo frutas y muchas cosas más. Y continuaba La Magnolia su caminar por nuestro precioso río: Canalete, Santa Rosalía, Raya Oscura, San Isidro y al final su destino Tumbadero, en algún tiempo el emporio ribereño más importante por ser un punto estratégico de la Compañía El Aguila de Sir Lord Cowdray y también por ser una rica región platanera y ganadera, con una hacienda muy grande y bonita que al paso del tiempo no ha perdido su importancia. De Tumbadero, La Magnolia regresaba a las 4 de la mañana en otro turno (los cambiaban cada semana) los capitanes eran los hermanos: León - un hombrón de casi dos metros de alto -legendario cazador y simpático contador de todas las aventuras-, Pánfilo, reservado, tranquilo y un personaje de trato afable y muy noble, Augusto que a sus 84 años vive todavía, era el maquinista, Adolfo era el sobrestante -recuerda Herrera Pérez- era el encargado de comprar para los que se lo solicitaba, el diesel, la gasolina, los aceites, y además diversas comisarias que surtía en la Abarrotera Roldán (donde hoy está Bital junto a la Parisina), Abad propietario de una tienda de abarrotes en el Mercado muy activo aún, era marinero conjuntamente con otro hermano que era sordomudo. El pasaje costaba l0 centavos al principio, y con los años hasta un peso cincuenta centavos de terminal a terminal, y mucho menos en los puntos intermedios, el encargado del cobro era Arnulfo, y desde luego en ocasiones Don León padre, el patriarca de los Pancardo, hombre bajito con bigote porfiriano que procreó una connotada familia porteña. Don León murió a una avanzada edad, le encantaba pescar frente a donde hoy está una embotelladora de agua en el Boulevard Reyes Heroles, lanzaba su cordel con carnada y en su mesa no faltaban los robalos cuando el río era pródigo en su fauna. La Magnolia transportaba además la carga macabra de cada fin de semana, casi siempre después de un bailongo río arriba: los "enzacahuilados", cadáveres de individuos macheteados y despedazados que los envolvían en hojas de plátano para su traslado desde el sitio en donde fueran sacrificados hasta el puerto para la autopsia de ley. Igualmente llegaban los heridos o los enfermos graves o no. Ya en La Punta silbaba anunciando su entrada majestuosa a la ciudad y posiblemente -Esto no lo pudimos investigar a ciencia cierta- había ciertas claves en la manera de silbar anunciando que traía pacientes porque a la hora de la atracada, había médicos esperando para atenderlos en sus consultorios y o llevarlos al Hospital Juárez que se encontraba en donde hoy es la Casa de la Cultura. De vez en cuando también La Magnolia, como la reina del río, se vestía de gala trayendo a la Novia que venía a casarse a la Parroquia de Santa María de la Asunción, y desde que salía de la congregación ribereña y hasta cuando regresaba, la música no paraba, era muy agradable escuchar a las orquestas locales tocando en la mitad del río sus interpretaciones tan nostálgicas, los valses, los danzones y los fox-trots de las grandes bandas de antaño como la del famoso Chico Panza de Santiago de la Peña -Que cuando la gente iba a preguntar a su casa y salía su esposa a ver que se ofrecía, le decían perdone señora ¿Está Chico Panza? Ella enfurecida les contestaba muy airada ¡Panza tendrá su madre, vieja babosa!...y la popular orquesta de los hermanos Rosales de aquí del puerto. En más de una ocasión por el Día de las Madres, la familia Sánchez de Juana Moza cubría a la Magnolia como a una novia llena de Azucenas, o en Todos Santos que el agua le entraba por los lados, supercargada con toda la producción ribereña de la palmilla, las varas, las flores de muerto, las calabazas, las naranjas, el copal, los incomparables olores de las conservas de cahuayote, de papaya verde y de yuca, las gallinas, guajolotes, los puercos y las hojas soazadas de plátano, que llegaban para surtir al gran día de Plaza los 30 de Octubre... Todo era bullicio y alegría en el atraque a ver que traía la lancha, no sólo era el comercio y la gente sino el ambiente de una época gloriosa de la navegación fluvial Poco a poco el tráfico y el intercambio comercial por el río fueron disminuyendo, y a la vez que acabó el auge platanero, se comenzaron las rutas terrestres bordeando el río para comunicar a Túxpam con Alamo, tanto por Tumbadero como por el paso de la balsa de Ojite. Pero en realidad lo que vino a ocasionar la desaparición de ésta histórica lancha fueron los ciclones de 1955 con la gran Creciente que sufrió Tuxpan al recibir el impacto de dos huracanes a finales del mes de septiembre y en octubre -Ahora sabemos que en la parte final de la temporada de huracanes, es cuando se presentan los de mayor fuerza, los más destructivos y los de más largos recorridos, el Gilberto fue uno de ellos y el Hilda y el Janet de ese año ocasionaron severos daños y que significaron un desastre muy grave en la región. En el primer ciclón, la Magnolia acabó arriba del muelle en donde atracaba, ahí recibió una puñalada mortal al enterrársele una Bita, en un costado de su casco. Con el segundo ciclón, se hundió. León Pancardo recuerda que posteriormente a los finales de los 50 o principios de los 60, cuando Esther Guevara estaba como Secretaria de Turismo, se la ofreció al Ayuntamiento para que la rehabilitara y fuera usada como un barco turístico, que haría recorridos por el río. Idea que no fructificó. La maquina fue vendida y la estructura de madera se perdió. La Magnolia, La Estrella del río nunca ha muerto realmente, vive en el precioso recuerdo de muchos de nosotros que tuvimos el inmenso placer de navegar con ella, cuando también hacia el tránsito los Domingos de nuestros veranos en Semana Santa allá por los años 40 de Tuxpan a la Barra para llevar a las familias locales a disfrutar de sus playas, porque la carretera hacia la Barra no existía solo era una mala brecha de difícil acceso, y la Lancha iba y venía varias veces al día desde el Jueves hasta el Domingo Santos... Tiempos idos que jamás volverán pero que siempre vivirán en nuestro corazón y en nuestra memoria.
AGRADECIMIENTOS: . . Pilar Farías Vda. de Pancardo. Entrevista. . Augusto Pancardo. Comunicación personal. . José Luis Herrera Pérez. Comunicación personal. . Luis Deschamps Comunicación personal